Tintero infinito 05-05-20

El diario del «canilla»

Por Marcelo Ledesma

Miles de amaneceres acompañaron mi soledad de esquina. Mi callado y eterno socio de rutina me guiñó millones de verdes, rojos y amarillos, y entre uno y otro me obsequió treinta segundos de vida para aprender a ganarme el resto de ella.
Vi nacer, vivir y morir traicioneras brisas de madrugada que por años, con silbidos y a los empujones austeramente intentaron vencer el peso de las piedras que mantenían mi pila de diarios sujeta al suelo.
Ya de pibe mirando por el vidrio, aún entre la almohada y las colchas, aprendí a interpretar el clima para no enemistarnos durante el día. Y ya con el diario desplegado en el pecho entre tanto silencio interno, aún en plena turba, supe encontrar el preciso instante donde la noche se convierte en día. Dones que gratamente aún perduran.
Los autos van y vienen. Recién levantados y los prontamente acostados. A todos los apura el tiempo para llegar a ningún lado pero caen prisioneros de mi esquina y durante cincuenta pulsaciones son todo míos. Los que resongan, los que cantan, los que bostezan, las que se pintan, los ‘mirada perdida’, los niños que extrañados me miran; se van pero los veré volver.
Mi bolso como la galera de un mago, almacena todo, hasta lo menos pensado. Diarios, bolsas transparentes por si chubasca, un abrigo fino, galletitas o algún sanguche a medio comer, la libreta del fiado, fotocopias de la tarea del cole, un bollo de papel higiénico, un poco de nieve, escarcha y lluvia, viento, tierra, madurez e infancia.
Pasa el tiempo pero no es importante, no hay reguladores del regreso, solo la liviandad del bolso y las piedras de la pila ya tocando el suelo marcarán la triunfante salida.
Por sonidos de motores, de espaldas individualizo y reconozco los autos. Aún sin contar controlo los tiempos, me muevo de aquí para allá, sigzagueo entre retrovisores, parabrisas y caños de escape, cada tanto interpreto un severo zapateo para que el pavimento definitivamente no me haga parte de él.
Aún atento, aún ahí, aún expectante ya me fui. Mi mente viaja y no se detiene. Memorizando las lecciones, repasando acciones, añorando atracciones, deseando atracones e intentando superar bajones. Parado en mi esquina aunque pareciese esclavo de mi mente, yo solo en ella encuentre libertad.
Prontamente, casi sin darme cuenta, conviví doce o catorce años en un metro cuadrado pegado a un semáforo. Aún conservo el caminar encorvado como si todavía colgase de mí el bolso, y los días de invierno dos franjas rojas reaparecen en mi cara donde en esos días no llegaba la bufanda, el frío y el viento aún me reclaman.
He crecido, ya sufro con mis dos primeras canas en mi barba y reniego de lo complicado de la madurez que suele robar el sueño y retazos de vida. Por instantes anhelo volver por un rato a mí niñez, regresar una madrugada cualquiera a mi esquina, con mis diarios y entre guiños verdes, rojos y amarillos volver a soñar con ser grande y a hacer fuerza para lograr ser distinto.

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Publicado por ushuaiaandaleyendo

“Asociación Civil Ushuaia anda Leyendo: para el fomento del libro y la lectura en la comunidad” N°1565

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