Por D. S.
El libro pesa ya tanto
Que tus manos apenas lo sostienen
Tierra y cielo lo ciñen con fuerza como a ti
Cae la vieja flor esclavizada entre hojas
Seca entre anciana tinta
Olvidada como guijarros en un río sin nombre
Y detrás de ella tú y ese instante breve
Un fantasma inasible de tu memoria
Te hundes en vano en tierras desoladas
Hurgas entre los pétalos vacíos
Y regresas a las agrietadas manos en las que muere el libro muerto.
Como mueres tu en ese ser que apenas lo sostiene.