Tintero infinito 16-06-20

Por Marcelo Ledesma

_Claudia! Cómo estás? Tanto tiempo!
_…Hola… uh disculpa, no te recuerdo… De dónde te conozc…
_Disculpe, me confundí.
_No, pero si yo me llamo Claud…
_Disculpe. La confundí.
La había cruzado tres veces en los pasillos del Maxi y desde el primer momento ya sabía que era ella, los otros dos cruces no fueron obra del destino, los provoqué, quería ver si me saludaba, pero no. Entonces efusivamente la saludé cuando de ‘casualidad’ nos volvimos a ver en la fila de las cajas. Y me salió mal. Muy.

Claudita iba a sexto y Marcelito a quinto en la vieja escuela 4 Remolcador Ara Guaraní, en esos tiempos por el barrio Cap. Nada nos unía, solo el ir al mismo colegio primario.Y Elvio. Elvio, ‘el correcaminos’, mote ganado en los intercolegiales, era uno de mis amiguitos y no había cosa que no hiciera para llamar la atención de Claudita, pero no lo lograba. Elvio hablaba, reía, saltaba, respiraba por Claudita! Y nada. Nada de nada.
Marcelito castigado por el complot despiadado entre la seño Margarita y el padrastro, escribía y escribía cuántas miles de hojas existiesen sobre la faz de la tierra con el fin de mejorar la bendita ‘cursiva’. Ya con las palabras e ideas agotadas, escribía sobre las películas y los dibujitos que transmitía Canal 13, así llegó a presentar ‘un toco así de hojas’ cuando vio «Colmillo Blanco» y de aventurero no más, le cambió el final. Hubo reconocimiento, aplauso y beso, por lo menos de la seño.
Con el yugo de ser ‘escritor’ Marcelito prestó oído a la solicitud de Elvio y terminó prestandole la mano. Y no llegó a conocerce en los 80 mejor ‘carta de amor’ ni en este planeta ni en los de al lado.
Elvio por fin sonreía con Claudita en los recreos. Y en la fila. Y en el comedor. Y esperando el cole. Y siempre.
Marcelito… estaba contento por su amiguito, pero las cosas ya no eran ni parecidas. Esas cosas del amor, que a algunos une mientras separa. Cómo con un mísero papel se pueden perder un amigo y el gran amor de tu vida?
Si, el gran amor de la vida. Porque si bien Elvio hablaba, reía, saltaba y respiraba por Claudita; en secreto Marcelito hablaba, reía, saltaba, respiraba y es-cri-bía por Claudita. Pero la carta hasta la firmó uno con el nombre de otro en un intento de unir hasta lo que ni Dios unía, un severo y pensado atentando contra si mismo. Y resultó.
Fueron felices? Naaaaa! Eran chicos! Amores de primaria! Solo son ratos.
Lo que si perduró y por casi treinta y dos años, es el recuerdo de haber escrito a escondidas de mi vieja una noche mi primer carta de amor pensado y sintiendo lo mismo e incluso más que el que me la solicitó y exactamente por la misma persona.
Treinta y dos años. Y en la fila del Maxi ni me reconoció. Ni siquiera se preocupo mucho por saber. Esta bien, no tenía porqué hacerlo, lo entiendo.
Pero retirándome, vencido, con la horma de queso cremoso como un libro bajo el brazo, le grité desaforadamente en silencio:
«Nunca, nunca… jamás en tu vida recibirás otra carta como la mía»!!!

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Publicado por ushuaiaandaleyendo

“Asociación Civil Ushuaia anda Leyendo: para el fomento del libro y la lectura en la comunidad” N°1565

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